Cuentan los cronistas de Ergos, que durante el reinado del mágico rey Erus, la prosperidad y el bienestar inundaban sus tierras.
El hechicero llamado Milvus llegó a Ergos durante el sexto menguante de la luna de Arion, procedía de un lugar lejano y como conocedor de otras tierras y costumbres ofreció sus servicios como asesor de la corona a cambio de un pequeño salario.
La extraña enfermedad que debilitó al rey seis meses después hizo que muchas de las decisiones de la casa real fueran tomadas por Milvus; a partir de entonces el bienestar del reino fue menguando junto con la salud del rey.
Durante dos largos años el hechicero esquilmó las fértiles tierras de Ergos y acaparó las riquezas del pueblo.
En el primer solsticio del tercer año el rey hizo llamar al herrero, sin que el hechicero se enterase le entregó una pequeña pieza que adornaba la corona y ordenó fundirla para convertirla en una figura con forma de ave.
Dos días después Milvus fue llamado a los aposentos del rey…
- Mi enfermedad no mejora –dijo Erus- deberás continuar haciéndote cargo de las decisiones y quiero que lleves esto para que todo el mundo sepa que es mi deseo que así sea.
Los cronistas no terminan de aclarar que es lo que ocurrió en el momento en que el hechicero cogió la dorada ave. Dicen que un fino rayo de sol entro por la ventana, reflejo en la figura y penetró en los ojos de Milvus; cuando el haz de luz desapareció un milano negro se alejó por la ventana.
Poco a poco el rey fue recuperando la salud y sus tierras volvieron a prosperar, pero sobre ellos siempre estaba la sombra oscura del milano.
En las mañanas de verano el rey sale a su balcón y no puede dejar de maravillarse del vuelo de aquel oscuro pájaro, de las piruetas, de los picados y de las acrobacias entre la gente para conseguir un pequeño bocado. Y a veces se pregunta si aquel último encantamiento que convirtió en milano al hechicero fue un castigo… o una bendición.
Great pictures!
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