La tierra vibra bajo el peso de millones de pezuñas de una horda de animales que avanzan hacia un destino común, dejando profundas cicatrices en la reseca tierra de la sabana africana.
Tras un día sin suerte hoy hemos vuelto a intentarlo. Llevamos tres horas esperando bajo el intenso calor de Kenya. El vehículo “todo- terreno” nos protege del sol pero el interior es un horno, el sudor recorre toda la piel y las cámaras se vuelven pesadas en la mano.
Por fin a lo lejos divisamos una nube de polvo, después nos llega el sonido sordo de miles de gargantas y empezamos a ver los primeros miembros del inmenso rebaño que avanza hacia nosotros y se detiene al llegar a orillas del río Mara. Nadie sabe si hoy cruzaran, algunas cebras bajan a la orilla e intentan beber, pero están nerviosas y se espantan por cualquier motivo.
Van llegando más grupos y parecen empujar a los que hay en primera fila, un ñu pierde el equilibrio y cae al agua, los demás parecen tomarlo como una señal.
Empieza la carrera por llegar a la otra orilla.